Un souvenir polémico
Si has estado en la Ciudad Luz después del comienzo de la era del smartphone, te aseguro que tienes a mano una foto con la histórica fachada de la Catedral de Nuestra Señora de París de fondo. Probablemente es un selfi a brazo estirado, o una foto de grupo tomada por algún amable transeúnte. Es nuestra manera de decir “estuve aquí” cuando visitamos un lugar que nos impresiona, un “souvenir” absolutamente inofensivo (independientemente de las habilidades fotográficas de quien la toma). Una versión contemporánea de la pintura rupestre.
Por eso no es de extrañarse que poco después de que se supiera del intenso fuego que consumió parte del edificio, las redes sociales se inundaran de esas imágenes. Lo que me sorprendió fue ver también a alguna gente en mis muros acusando duramente a quienes las compartían de aprovechar la tragedia para alardear de sus vacaciones europeas.
Aclaro que hay una foto mía en esa ola. No la colgué yo, pero tampoco me pareció de mal gusto que alguien lo hiciera. En un final, pensé, es como cuando muere alguien conocido. Un artista, por ejemplo. Se ha hecho costumbre que la gente repase las memorias que los relacionan con esa persona. Es un fenómeno que ahora podemos compartir con mucha gente y en este caso el alcance global de la tendencia solo es una muestra de lo universal de esta Catedral como símbolo de la cultura occidental, engravada en el imaginario colectivo a través de la historia, la literatura, el cine y hasta los videojuegos.
¿Por qué compartimos fotos de tragedias?
En una columna publicada en la revista Forbes, se elabora una hipótesis sobre por qué precisamente compartimos estas fotos. El autor dice que el objetivo de la gente era participar en un acto de luto colectivo por la desgracia acaecida a este símbolo arquitectónico que tiene carácter internacional. Compara el hecho con las expresiones públicas de duelo tras la muerte de la Princesa Diana de Gales, un ejemplo de cómo la presencia de los medios globales convierte esas situaciones en suceso “teatralizados”, mucho más ahora que se puede participar desde la comodidad de cada hogar. Se pregunta si es, en realidad, luto.
¿Quién sabe? Es cierto que entre la gente que se tomó esas fotografías, quizás no todos entiendan la magnitud histórica de la tragedia, o no la entiendan de la misma manera. No creo que importe. Incluso en cualquier funeral no todos los asistentes son dolientes.
En cuanto a mis contactos que hablan de vanidad, no creo que en este caso sea más de la que acostumbramos a ver diariamente en las redes sociales. Me atrevería a asegurar que la mayoría de esas fotos ya estaban publicadas anteriormente y solo resurgieron para la ocasión.
La restauración digital
De forma pragmática, veo un aspecto positivo. Se especula sobre la posible influencia que pueda tener en la restauración de Notre-Dame nada menos que el juego informático “Assassin´s Creed Unity”. Artistas y programadores laboraron por dos años en modelar la catedral por dentro y por fuera, hasta crear una detallada réplica virtual del edificio sobre la base de la observación y el análisis de fotografías y documentos históricos.
Google y la organización sin fines de lucro CyArk hacen algo parecido con el proyecto Open Heritage, donde utilizan tecnología laser para escanear y reproducir virtualmente sitios históricos amenazados por la erosión, los desastres naturales o las guerras. Es un proyecto de preservación inspirado por la destrucción de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, a manos de extremistas del Talibán en 2001.
De la misma manera, las fotos de miles de turistas, tomadas desde disímiles ángulos y perspectivas, podrían en algún momento alimentar a cualquier sistema de inteligencia artificial que se use para tomar decisiones sobre el futuro de la Catedral de Notre-Dame para que permanezca en pie, real o virtualmente, por unos cuantos siglos más.